Si hay un tema de salud bucal que despierta más preguntas que respuestas entre los pacientes, ese es la periodoncia. Muchos han oído la palabra alguna vez en la consulta del dentista, quizá cuando les han advertido de que sus encías necesitan atención, pero pocos saben realmente qué significa y en qué consiste. Y lo cierto es que hablar de periodoncia es hablar de algo tan fundamental como la base sobre la que se asienta toda nuestra dentadura. Los dientes no flotan en la boca por arte de magia, sino que están sujetos por un conjunto de tejidos que actúan como el cimiento de un edificio, y cuando ese cimiento se debilita, todo lo demás corre peligro.
La periodoncia es la rama de la odontología que se centra en el diagnóstico, prevención y tratamiento de las enfermedades que afectan a las encías y a las estructuras que sostienen los dientes, como el hueso alveolar, el ligamento periodontal y el cemento radicular. Dicho de manera sencilla, todo lo que rodea al diente y le permite mantenerse en su sitio de forma firme y saludable forma parte de este campo. Aunque pueda sonar técnico, en realidad es fácil de entender: sin encías y hueso fuertes, los dientes pierden estabilidad, y cuando eso sucede las consecuencias no tardan en hacerse notar.
Por qué la periodoncia importa tanto.
La mayoría de las personas tienden a pensar en la salud dental como algo que se limita a evitar caries o mantener los dientes blancos, pero las encías tienen una importancia igual de grande. No son un simple marco rosado que acompaña a la sonrisa, sino que cumplen una función protectora y de soporte que resulta esencial. Unas encías inflamadas, sangrantes o retraídas no representan solo un problema estético, sino que son una señal clara de que algo no va bien en el interior de la boca.
Hoy se sabe que los problemas periodontales no afectan únicamente a la cavidad oral. La relación entre la salud de las encías y el bienestar general es cada vez más evidente, ya que enfermedades como la periodontitis se han vinculado con un mayor riesgo de patologías cardiovasculares, diabetes mal controlada o incluso complicaciones en el embarazo. Por eso la periodoncia no debería considerarse un detalle secundario, sino un elemento central de la salud en su conjunto.
Las principales enfermedades periodontales.
Cuando se habla de problemas en las encías, desde la Clínica Dental Sánchez Arranz aseguran que hay dos protagonistas principales que aparecen de forma recurrente: la gingivitis y la periodontitis. Aunque sus nombres puedan sonar similares, no lo son, y la diferencia entre ambas marca el límite entre una molestia reversible y un daño grave que puede ser permanente.
La gingivitis consiste en la inflamación superficial de las encías, provocada la mayoría de las veces por la acumulación de placa bacteriana. Sus señales de alarma son fáciles de identificar: sangrado al cepillarse, enrojecimiento y una inflamación leve. En esta etapa, si se mejora la higiene y se recibe una limpieza profesional, la encía puede recuperarse por completo.
La periodontitis, en cambio, va un paso más allá. Aquí no hablamos solo de encías inflamadas, sino de una infección profunda que afecta al hueso que sostiene el diente. El tejido comienza a destruirse de manera progresiva y, si no se frena a tiempo, los dientes terminan por aflojarse. La periodontitis no se soluciona únicamente con cambios en los hábitos de higiene, ya que requiere un tratamiento especializado que entra de lleno en el terreno de la periodoncia.
Factores que desencadenan la necesidad de tratamiento periodontal.
No todas las personas desarrollan enfermedad periodontal de la misma forma. Hay quienes, con una higiene deficiente, apenas sufren gingivitis ocasional, mientras que otros, incluso cuidándose con rigor, acaban enfrentándose a una periodontitis avanzada. La explicación está en los factores de riesgo que influyen en cada caso.
El primero y más evidente es la higiene bucal insuficiente. Cepillarse mal, olvidar el uso de hilo dental o no acudir nunca a una limpieza profesional favorece la acumulación de placa y sarro, que son el escenario perfecto para que aparezca la gingivitis.
Otro factor determinante es el tabaco. Fumar no solo mancha los dientes, también modifica la respuesta de las encías y reduce la capacidad de defensa del organismo frente a las bacterias. Es habitual que los fumadores desarrollen periodontitis de forma más agresiva y silenciosa, ya que incluso el sangrado de encías (uno de los principales síntomas de alarma) puede estar enmascarado.
La predisposición genética tampoco debe pasarse por alto. Algunas personas tienen más posibilidades de desarrollar problemas periodontales por su respuesta inmunitaria o por ciertas características en sus tejidos de soporte.
A esto se añaden otros condicionantes como el estrés, enfermedades sistémicas (como la diabetes mal controlada), el embarazo (debido a los cambios hormonales que alteran las encías) o la edad. Todos estos factores influyen en que la necesidad de un tratamiento periodontal aparezca en la vida de un paciente, a veces sin que lo espere.
El diagnóstico más allá de una simple revisión.
Un rasgo particular de la periodoncia es que, en muchos casos, la enfermedad progresa de manera silenciosa. El paciente puede no sentir dolor hasta que la situación está avanzada, por lo que el diagnóstico precoz se convierte en un paso fundamental.
En una revisión periodontal no basta con comprobar si la encía está enrojecida o inflamada. El especialista lleva a cabo una exploración detallada con una sonda periodontal que mide la profundidad de los surcos entre el diente y la encía. Cuando esos surcos se transforman en bolsas periodontales, significa que la enfermedad ya ha alcanzado el hueso. Además, se pueden realizar radiografías para evaluar cuánto tejido de soporte se ha perdido.
El diagnóstico actúa así como un mapa de la salud bucal, que permite elaborar un plan de tratamiento adaptado a la situación real de cada persona.
Tratamientos en periodoncia y recuperación de la salud de las encías.
Los tratamientos periodontales no son iguales para todos, ya que dependen del grado de afectación. En fases iniciales, el procedimiento consiste en eliminar placa y sarro mediante técnicas profesionales, lo que se conoce como raspado y alisado radicular. Esta limpieza profunda llega a zonas donde el cepillado doméstico no alcanza, como las bolsas periodontales, eliminando las bacterias acumuladas.
En casos más avanzados, la cirugía periodontal puede resultar necesaria. Su objetivo es reducir la profundidad de las bolsas, regenerar tejidos cuando sea posible y devolver a la encía un entorno saludable en el que los dientes permanezcan estables. Existen técnicas quirúrgicas actuales que incluso permiten regenerar hueso y encía con resultados muy satisfactorios.
Tras cualquier intervención, el mantenimiento es lo más importante. La periodoncia no es un procedimiento de “una sola vez”, sino un compromiso a largo plazo con la salud bucal, que implica visitas periódicas al especialista, limpiezas de control y, sobre todo, cambios en la forma en que cada persona cuida su boca en casa.
Consecuencias en la vida diaria.
Hablar de periodoncia no significa limitarse a encías y dientes desde una perspectiva clínica. La realidad es que los problemas periodontales influyen en la vida cotidiana de una forma más clara de lo que se suele imaginar.
El mal aliento crónico, por ejemplo, suele estar ligado a infecciones en las encías. También lo está la sensibilidad dental, que aparece cuando la encía se retrae y deja al descubierto parte de la raíz. A esto se suma la inseguridad estética que provoca observar cómo las encías se reducen o cómo los dientes empiezan a separarse.
En lo cotidiano, un paciente con enfermedad periodontal puede sentirse limitado al comer ciertos alimentos, sufrir dolor al masticar o temer la pérdida de piezas dentales. Todo esto repercute directamente en la autoestima y en la confianza a la hora de relacionarse con otras personas.
La curiosidad de la conexión cuerpo-boca.
Uno de los aspectos más interesantes de la periodoncia es la evidencia creciente de que lo que ocurre en la boca no se queda allí. Estudios recientes han demostrado que las bacterias periodontales pueden pasar al torrente sanguíneo y favorecer la inflamación crónica en otras partes del organismo.
Esto explica por qué las personas con periodontitis presentan un mayor riesgo de sufrir problemas cardiovasculares o por qué la diabetes y la enfermedad periodontal se retroalimentan de forma peligrosa. Esa conexión convierte a la periodoncia en un campo que trasciende dientes y encías y se coloca como pieza central de la salud general.
La prevención como arma más poderosa.
Si hay algo que repiten todos los especialistas en periodoncia es que la prevención siempre resulta más sencilla que el tratamiento. Mantener una rutina de higiene diaria, con cepillado tres veces al día y uso de hilo dental o cepillos interproximales, es la primera barrera frente a la placa bacteriana.
A esto se suman las revisiones regulares con el dentista, que no solo sirven para detectar caries, sino también para valorar el estado de las encías. Una limpieza profesional periódica ayuda a eliminar el sarro que inevitablemente se acumula y que no desaparece solo con el cepillado.
Dejar de fumar es otra medida preventiva fundamental. El tabaco no solo empeora la evolución de la enfermedad periodontal, sino que también reduce la eficacia de los tratamientos.