Me voy a vivir al pueblo pero con una vivienda de tendencia

La pandemia, o mejor dicho, la bendita pandemia, en este caso, impulsó un interés tremendo por la vida rural. Todo el mundo se dio cuenta de que con una casa en el pueblo todo era mejor. Por eso, son muchos los estudios y trabajos de investigación que se han hecho sobre movilidad y dinámicas poblacionales durante 2020–2022.

Pues bien, los datos no mienten. Se ha detectado un incremento de traslados temporales y definitivos desde grandes ciudades hacia municipios pequeños y zonas de interior. Conozco a muchas familias y profesionales que aprovecharon el teletrabajo para abandonar la ciudad y buscar mayor espacio, aire limpio y calidad de vida.

Investigaciones académicas y análisis demográficos muestran que este movimiento no fue algo momentáneo, y en muchas comarcas, especialmente en aquellas con buenas conexiones y servicios básicos, el número de familias y de habitantes ha crecido, aunque es cierto que no ha sido el boom que se esperaba.

Ahora bien, cuando uno decide dar el paso de irse a vivir al pueblo lo tiene que hacer sabiendo algunas cosas, y una de ellas es que ahora no se busca cualquier cosa, ahora le idea es vivir en una pedazo de vivienda. Por eso, ha cambiado el concepto.

Ahora la nueva casa rural se ve como vivienda que consume poco y genera recursos. Es decir, ya que me voy al pueblo, tengo que tener algunos beneficios que la ciudad no me da. Por ejemplo, los paneles fotovoltaicos, los aislamientos de alta eficiencia, los sistemas de recuperación de aguas pluviales y calderas o bombas de calor de bajo consumo. Todo esto son cuestiones a tener en cuenta.

Además, el diseño bioclimático —orientación que maximice la ganancia solar en invierno y la sombra en verano— se integra desde el primer trazado. Estos enfoques reducen costes a largo plazo y aumentan la autosuficiencia del hogar.

Lo mismo ocurre con los materiales. Ahora es tendencia el uso de materiales próximos y con baja huella. Por ejemplo, la madera certificada, la pizarra natural, morteros de cal, tierras crudas y hormigones ecológicos.

Además de su menor impacto ambiental, estos materiales conectan estéticamente con el paisaje rural y facilitan la integración de la vivienda en su entorno. Su uso combinado con soluciones modernas permite unir tradición y tecnología.

Revalorización de la pizarra

Una de las cosas que más me ha llamado la atención es la pizarra, que reaparece con fuerza en tejados y acabados. Expertos y comercializadores especializados, como Pizarras y Derivados, subrayan las ventajas clásicas de este material, entre otras cosas su durabilidad centenaria, mantenimiento reducido, resistencia a la intemperie, y su idoneidad para proyectos rurales que buscan calidad y coherencia con la arquitectura vernacular.

La pizarra, por lo tanto, se adapta tanto a rehabilitaciones de tejados tradicionales como a cubiertas contemporáneas, y su imagen transmite solidez y autenticidad.

Ante la necesidad de rapidez y control de costes, muchas casas rurales modernas se montan mediante elementos prefabricados (paneles SIP, entramado ligero de madera, módulos completos). La industrialización permite fabricar con mayor precisión, reducir residuos y acortar tiempos en obra —algo valorado por quienes buscan dejar la ciudad y estrenar su vivienda en meses, no en años.

Rehabilitar

Además de casas nuevas, muchas personas optan por rehabilitar palacios rurales, casas de labranza o viejas cuadras. En estos momentos, la tendencia es mantener elementos originales (muros de mampostería, vigas, vistas, cubiertas de pizarra) y combinarlos con mejoras energéticas y de confort interior.

Como puedes ver, la explosión de interés por las casas rurales tras la pandemia ha traído una ola de innovación que no renuncia a la tradición: materiales como la pizarra recuperan protagonismo, mientras la construcción se vuelve más eficiente, sostenible y atenta al confort. Quienes buscan hoy una casa en el campo piden durabilidad, identidad y tecnología que facilite la vida —y las soluciones constructivas actuales las están ofreciendo.

La recomendación es clara en este tipo de caso. Apostamos por irnos a vivir al mundo rural, pero es cierto que no queremos perder comodidades, y ahora mismo, las viviendas que se hacen en algunos pueblos se puede decir que son auténticas mansiones.

En mi caso os puedo decir que encargué el proyecto y, entre conversaciones con el arquitecto y la gente de obra, descubrí que quería una casa que durara y que viviera con la naturaleza, no contra ella. Por eso, me he ido a vivir al pueblo donde nacieron mis padres. Es cierto que no contamos con todos los servicios básicos, como Sanidad o Educación, pero eso es otro tema que sí me gustaría tratar en otro artículo.

Scroll al inicio