Experiencias traumáticas vividas en el pasado y malas decisiones tomadas tiempo atrás lastran nuestra vida y condicionan nuestra vivencia actual. Te comentamos por qué, en algunos casos, el pasado influye en el presente y cómo podemos desprendernos de los lastres más pesados.
Antonio se separó de su mujer cuando sus hijos tenían 7 y 8 años. Aquella ruptura le afectó bastante. Es como si la vida que había fraguado durante años se desplomara de golpe. Un par de años después, la ferretería que tenía, de donde provenían sus ingresos, se fue al traste, arruinándolo por completo. Al cabo de unos meses recibió una oferta para ir a trabajar a Palma de Mallorca. Pondría distancia de por medio. Sus ingresos personales subirían y podría llevar una vida algo más holgada.
A pesar de la separación y del posterior divorcio, Antonio se sentía muy unido a sus hijos. Disfrutaba cuando los tenía consigo los fines de semana que le tocaba. Desde que llegó a Mallorca ya no podía ir a verlos con tanta asiduidad. Había meses que ni los veía. Tenía que coger un avión para trasladarse a la península. Por su trabajo, no disponía de tiempo.
Sus hijos se hacían mayores y sentía como la relación que tenía con ellos cuando eran pequeños se iba desgastando. Llegó a pensar que los había perdido por el camino. Pensamiento que le propiciaba un fuerte dolor en el corazón. Muchas noches le costaba conciliar el sueño, dándole vueltas a la cabeza. Se lamentaba por la decisión que había tomado.
Un día decidió poner fin a su pesar. Buscó trabajo por internet en la ciudad donde residen sus hijos. Ahora, aunque son adolescentes y cuesta más quedar con ellos, cuando les ve, siente que los lazos paterno-filiales siguen vivos. Nota el cariño de sus hijos. No puede darles todo lo que necesitarían en el terreno material, su situación económica continúa aquejada por las deudas, pero está esforzándose en recomponer algo, que quizás solo en su cabeza, estaba roto.
Los psicólogos de Terapia Psi Barcelona, un gabinete psicológico de la ciudad condal que ha cogido la orientación de la psicología Gestalt, insisten en lo importante que es superar lo vivido para seguir adelante. El pasado ha contribuido a conformar lo que somos actualmente, pero la vida sigue y no podemos quedar presos de etapas anteriores. Romper con el pasado, lo que llamamos coloquialmente “cerrar etapas”, es clave para continuar con nuestra experiencia vital. A veces no es sencillo, pero es necesario hacerlo.
¿Cómo influye el pasado?
La revista sobre psicología Cuerpo y Mente publica un interesante artículo sobre cómo influye el pasado en las emociones del presente. A lo largo del texto hace hincapié en la necesidad de utilizar el pasado cómo un aprendizaje. Las experiencias pasadas, por traumáticas que sean, son una lección de vida, no un condicionante. Por tanto, hay que tomarlas desde ahí. Para eso nos propone realizar un proceso sanador basado en estas cuatro acciones:
- Conectar con las emociones de las situaciones traumáticas que vivimos en el pasado. No se trata de hurgar en las heridas. Si no intentar comprender por qué se produjo esa situación, cómo reaccionamos ante ella y sobre todo, cuáles son los patrones que, desde entonces, arrastramos todavía en nuestro presente. Se trata de identificar factores.
- Asimilar que las circunstancias del pasado no son las actuales. De esta forma comprenderemos como la actitud que adoptamos en su momento para sobrevivir la situación adversa no tiene sentido en nuestra vida actual. Por mucho que quedemos atrapados en el pasado, la vida, el mundo, nuestro entorno ha cambiado. Es una ley natural. Las cosas están en movimiento.
- Liberarnos de los patrones tóxicos. Las experiencias vividas pueden habernos dejado ciertos patrones de pensamiento y de actuación que no nos hacen bien a nosotros mismos. Sensaciones como el resentimiento, que no hacen más que causarnos dolor, o actitudes como la desconfianza, que nos impiden disfrutar de las oportunidades que se nos presentan.
- Sacar conclusiones valiosas para nuestra vida presente. El último paso de este proceso sanador es sacar conclusiones del pasado que nos puedan servir para el presente y el futuro. El pasado ya pasó, por mucho que nos empeñemos, no lo podemos cambiar. Lo que sí podemos hacer es aprender de él para no volver a caer en los mismos errores. Desde este enfoque podemos lograr que los cambios introducidos en nuestra vida sean más estables y duraderos.
La elaboración emocional de lo vivido.
La terapia Gestalt se propone dirigir un proceso que las personas ya lo hacemos de forma natural por nosotros mismos. Se trata de la concepción mental del pasado. Lo hace, para que este proceso resulte beneficioso para nosotros y nos permita disfrutar el presente y encauzar nuestro proyecto de vida de acuerdo con nuestros deseos y necesidades.
La terapia Gestalt es una corriente de la psicología que nace a mediados del siglo XX, impulsada por el psiquiatra y psicoanalista Fritz Perls, su esposa Laura Perls y el psicólogo Paul Goodman. Este enfoque de la psicología parte de aceptar al individuo tal y como es, sin intentar cambiarlo, pero percibiéndolo como un organismo autónomo que está en interrelación con su entorno. Esta corriente pone el acento en vivir el presente, el “aquí y el ahora”. Frente a elucubraciones mentales tales como “qué hubiera pasado, si hubiera hecho esto y no lo otro” o del tipo “qué debería hacer, qué debería ser”, que nos impiden actuar.
Es evidente que el pasado forma parte de nosotros mismos. Esta es una realidad que no podemos negar. En cierto modo, nuestro yo presente es la suma de toda nuestra historia. Pero el hombre va cambiando a lo largo de su vida. Ninguno de nosotros somos igual que cuando teníamos 5 años, ni que cuando teníamos 18. Al mismo tiempo que nosotros vamos cambiando, la concepción que tenemos sobre nuestro pasado, va cambiando con nosotros mismos.
El pasado es el único patrimonio vital que tenemos. El presente es algo que se está fraguando, algo que estamos viviendo; y el futuro es el camino que tenemos por delante y que no podemos ver. Por tanto, nos lo inventamos basándonos en las experiencias que hemos vivido.
Como sucede con todo patrimonio, el problema es qué hacemos con él. Podemos dejar que se vaya deteriorando, hundiéndonos nosotros con nuestro pasado; podemos sacarle brillo y presumir de qué pasado tan bonito tuvimos, o podemos invertirlo, para tener un presente y un futuro más satisfactorio.
Todo se reduce a cómo lo vemos y qué hacemos con él. Por tanto, no se trata de regocijarnos en el pasado, ni para lo bueno, ni para lo malo, sino de sacar conclusiones que nos sirvan para nuestra vida actual.
En ocasiones, adoptar esta perspectiva es complejo. Si en el camino recorrido quedan vivencias que no hemos podido integrar o asuntos que se nos han quedado pendientes, miramos al futuro con inseguridad, con miedo o con desconfianza. Para tener una vida agradable, debemos despojarnos de esos sentimientos.
Consejos para dejar atrás el pasado.
En relación con lo que hemos visto, la psicóloga Sandra Bernal nos propone en la revista Psicopedia una serie de consejos para dejar atrás el pasado. Los comentamos. Son los siguientes:
- Alza la vista al mundo que nos rodea. Decía el filósofo Séneca: “hay más cosas que nos asustan que cosas que nos hieran verdaderamente. Sufrimos más en la imaginación que en la realidad”. Mientras estamos inmersos en nuestros recuerdos, no podemos ver el entorno que nos rodea. La vida pasa por delante de nuestras narices y nosotros no interactuamos con ella.
- Olvídate de la gente que te hizo daño. El rencor y el resentimiento son unos de los sentimientos más autolesivos que puede incubar el ser humano. Mientras una persona proyecta su odio contra otro sujeto que en el pasado le hizo daño, esa persona continúa haciendo su vida. Nosotros nos fustigamos reviviendo una y otra vez aquella situación tan dolorosa, pero nuestros pensamientos ni tan siquiera rozan al sujeto que nos infligió el daño. Esta actitud autodestructiva impide que se cierren las heridas.
- Perdónate a ti mismo. Todos, alguna vez en nuestra vida, hemos tomado decisiones o hemos realizado acciones de las que nos hemos lamentado. Como hemos dicho antes, el pasado no lo podemos cambiar. De poco nos sirve culparnos por lo que sucedió. Es más provechoso investigar sobre las motivaciones que nos llevaron a actuar de aquella forma. Como sucede en todo proceso de aprendizaje, y la vida es uno de ellos, los errores nos sirven para aprender.
- Encuentra un sentido a la vida. Una vez superada una fase de nuestra existencia, es positivo que nos fijemos metas y objetivos para seguir adelante. Que luchemos por ellos. Si antes de que viviéramos esas experiencias desagradables teníamos un propósito, si aún sigue en concordancia con nosotros mismos, vale la pena retomarlo, adaptándolo a las nuevas circunstancias.
El pasado es algo que no podemos enterrar, está ahí, pero nos debe servir para vivir el presente, sacando conclusiones de él, aunque el pasado contenga episodios dolorosos.